sábado, 31 de agosto de 2019

Los esclavos africanos y su descendencia en Argentina: rol histórico

  Los negros africanos llegaron al continente americano transportados en barcos por los traficantes ingleses en su mayoría- aunque también traficaban con ellos portugueses y holandeses. 

  Al desembarcar en Buenos Aires, los negros eran almacenados primero en una casa en las actuales esquinas de Belgrano y Balcarce; como solían arrojar los cadáveres de los muertos en la misma calle, los vecinos protestaban continuamente. 
  Entonces, se trasladaron a la zona de la actual Plaza San Martín. Allí, en el barrio del Retiro, se efectuaba la venta de los esclavos, por lo que la zona era conocida como "el Retiro de los esclavos". Más adelante la actividad comercial se trasladaría a las orillas del Riachuelo, luego a Quilmes, y finalmente a la Ensenada de Barragán.

  Los principales mercaderes de esclavos en Buenos Aires de comienzos del siglo XIX fueron:
- Martín de Sarratea, suegro de Liniers y padre de Manuel de Sarratea, 
- Isidro Basavilbaso, abuelo de Carlos María de Alvear, 
- Martín de Álzaga, y 
- José Martínez de Hoz, quien no dudó en prestar juramento de fidelidad a la corona británica en 1806.

Contribuciones de los descendientes de africanos
 
  El hombre negro participó en todas las acciones bélicas de la Argentina: llegó a ellas ya sea  compulsivamente por la “Ley de rescate”, ya sea por la promesa de la libertad si prestaba cinco años de servicio militar. 
  Su incorporación fue paulatina, en tropas regulares o irregulares, pero siempre ocupando los puestos más peligrosos en el campo de batalla, desempeñando las tareas más desagradables en el mantenimiento y sufriendo a menudo la humillación y el escarnio por su condición de esclavizado.
  En 1801 se reglamentan las formaciones milicianas con negros, a las que se denomina Compañías de Granaderos de Pardos y Morenos. Cuando en 1806 se produce la primera Invasión Inglesa a Buenos Aires encontramos la participación del negro en la defensa de la ciudad.
María Remedios del Valle, una afrodescendiente que participó en los ejércitos de Manuel Belgrano, en todas sus batallas, por sus contribuciones fue proclamada madre de la patria argentina, "la única mujer de nuestra historia", destaca el historiador F. Pigna. 1
  Cuando San Martín regresó de España para servir a su patria, en 1812, su primera misión fue la organización del Regimiento de Granaderos a Caballo.
  A fines de ese año, se hizo cargo del Ejército del Norte: sus tropas se componían de 1.200 hombres, de los cuales 800 eran negros libertos, es decir, esclavos rescatados por el Estado para el servicio de las armas.
  La frase de San Martín, luego de recorrer el campo de batalla de Chacabuco — “¡Pobres negros!”— da cuenta de los innumerables cadáveres de quienes habían pertenecido al Batallón N° 8 compuesto por los libertos “rescatados” de Cuyo.
Lorenzo Barcala, pardo libre, instructor del Ejército de los Andes.

La muerte masiva de africanos y afro-americanos reclutado para el Ejército de Los Andes fue un hecho reiterado durante la campaña de Chile, Perú y Ecuador, entre 1816 y 1823: de los 2500 soldados negros que iniciaron el cruce de Los Andes fueron repatriados con vida 143.
  Pasada la gesta de la campaña libertadora, se continuó con la costumbre de complementar regimientos de blancos con regimientos de negros, aunque siempre separados de los blancos e incorporados a cuerpos de negros ya existentes.
Los sobrevivientes de la Guerra de la Independencia –y otras tantas– no fueron dejados libres a pesar de la promesa de libertad si cumplían cuatro años de servicio militar.
"Candombe Federal, época de Rosas”, obra de Martín Boneo
  Casi inmediatamente integraron filas en la guerra contra Brasil (1825 a 1828).   Los sobrevivientes fueron absorbidos por las guerras civiles entre unitarios y federales.
  El Brigadier General y Gobernador de Buenos Aires, Don Juan Manuel de Rosas los convocó para formar el Batallón Provincial y el Batallón Restaurador.
  Años después, las batallas de Caseros, Cepeda y Pavón los tuvieron enfrentados en uno y otro bando. Con el fin de la Guerra de la Triple Alianza, contra Paraguay (1865-1870), pareció concluir el calvario del hombre negro en las Fuerzas Armadas.
  Años después, con la Nación ya pacificada, era una situación común encontrar en las calles de Buenos Aires o de otras ciudades del país a los negros viejos, antiguos combatientes, pidiendo limosna para sobrevivir. Muchos de ellos presentaban miembros mutilados, cicatrices o graves impedimentos locomotrices.
En los suburbios de Buenos Aires, comunidad Camundá. 1908
  Sus mujeres, nuestras mujeres negras, vendían mazamorra, pan casero o pasteles; eran también lavanderas. 
  Las nuevas corrientes migratorias, de origen europeo, propiciadas por la Constitución y estimuladas por el Estado, desplazaron lentamente a nuestros negros, quienes fueron replegándose hacia áreas alejadas de los grandes centros urbanos, olvidados por la sociedad a la que habían contribuido a formar.
  Si el hecho de haber participado en las confrontaciones bélicas provocó un gran decrecimiento de la población afro-argentina y si a principios de este siglo se veían muy pocos integrantes de ésta en los centros urbanos, no es lícito hablar de “desaparición de los negros en la Argentina”, como lo hacen muchos propagadores de ideas, de manera superficial y sin rigor científico.
  Aportaron infinidad de palabras al castellano del Río de la Plata, enriqueciéndolo: bombo, batuque, bujía, conga, cafúa (lunfardo), candombe, dengue, malambo, mandinga, mucama, tarimba o tarima, etc.
  A pesar de tanta adversidad, los africanos dejaron una indeleble impronta en todos los aspectos y estamentos de la sociedad argentina. Estuvieron en el origen de formas artísticas populares como la payada (recordar al talentosísimo Gabino Ezeiza), el tango, la milonga y la chacarera.
Gregorio Urbano “Sotí” Rivero (1899-1949), afroporteño compositor de tango y guitarrista.
Fotografía de una revista porteña.
 
 En la época de la Colonia, actuaban frecuentemente en el teatro y en el circo.
  Fueron además destacados pianistas como el maestro Navarro y grandes compositores como Rosendo Mendizábal, autor del tango “El entrerriano”. Horacio Mendizábal, poeta del período romántico y reivindicador de los derechos de su comunidad. Los nombres son muchísimos.
  En otros aspectos de la cultura popular como el culinario, encontramos la incorporación de las achuras y el mondongo a la alimentación, la mazamorra, el locro, etc.
  En la religiosidad, la veneración de San Baltasar y San Benito.
  La Nación Argentina se debe a sí misma una revisión profunda y honesta de su historia y un análisis rigurosamente crítico de los fundamentos ideológicos que dieron forma a su idea del “país deseado”.
  La Nación Argentina debe también una reparación histórica, moral, social y económica a todos aquellos negros y a los millares de descendientes de aquellos.
  En el Archivo General de la Nación pueden consultarse los miles de expedientes de la Comisión liquidadora de las deudas de las guerras de la Independencia y la emprendida posteriormente contra el Imperio del Brasil. Hasta el último centímetro cuadrado de las telas para los uniformes fue  meticulosamente abonado a los comerciantes porteños y a los importadores. Los esclavos, en la mayor parte de los casos, pagados en el momento.
  Por otra parte todos, o casi todos, los descendientes de los oficiales "blancos", y aún aquellos que en su vida tomaron un fusil, recibieron pensiones graciables del Congreso... Mientras tanto los soldados negros sobrevivientes arrastraban sus muñones y sus miserias por las calles de Buenos Aires, Mendoza y otras ciudades.

Miriam Victoria GómezProfesora de Literatura Latinoamericana. Integrante de la Sociedad Caboverdiana; de la Cátedra Abierta de Estudios Americanistas (UBA) y de la Unión de Mujeres Afro descendientes de la República Argentina. Este artículo fue publicada en Bibliopress, boletín del Congreso Nacional.

La "invisibilización" de la negritud

  En el caso de los negros, el intento por blanquear y homogeneizar la sociedad argentina de fines de siglo XIX erradicó todo rasgo étnico no funcional a la lectura europeizante. Y el resultado final es que Argentina se jacta de ser una nación blanca, orgullosamente la más blanqueada de Sudamérica. Se recurrió a prácticas de exterminio, intimidación, ocultamiento y otras para que ninguna diferencia pudiera amenazar el colectivo argentino formado al son del “crisol de razas”.
En esta foto del Archivo General de la Nación de Argentina se ve a una mujer afrodescendiente en el metro de Buenos Aires en 1959.
Mujer afrodescendiente en el subte de Buenos Aires. Archivo General de la Nación, 1959.

  El negro fue borrado ideológicamente primero y luego, de forma material, del imaginario nacional. Incluso hoy día, los grupos de mayor apariencia europea discriminan en Latinoamérica a los que no lo son y distan más que otros de serlo.
  La identidad nacional de los Estados modernos demandó la blanquitud de sus habitantes, tuvieran o no población no-blanca. La modernidad consideró el color blanco como emblemático y este devino sinónimo de modernidad. En cambio, lo no-blanco pasó a ser considerado premoderno y primitivo.
  Se puede revisar la forma en que los medios de comunicación occidentales presentan al África como el espacio de la barbarie habitado enteramente por poblaciones negras, aunque haya blancas.

Omer FreixaHistoriador africanista argentino, docente y escritor. Licenciado y profesor en Historia, graduado en la Universidad de Buenos Aires. Magister en Diversidad Cultural y especialista en estudios afroamericanos por la Universidad Nacional de Tres de Febrero.

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