domingo, 7 de mayo de 2017

El Antiguo Régimen: el absolutismo y la sociedad estamental

La Revolución Francesa conmovió los cimientos del orden político y social tal como había conocido el mundo civilizado desde la Antigüedad.
Ello sucedió por una suma de factores coincidentes en Francia hacia fines del siglo XVIII.
El sistema de organización imperante, conocido como Antiguo Régimen, se fundaba sobre dos pilares: la monarquía absoluta y la sociedad estamental.

Conviene aproximarse al contexto a través del análisis de la pirámide estamental que caracterizó al Antiguo Régimen de la Europa moderna. En ella puede observarse cómo la posesión de capital podía alterar la inmovilidad social y posibilitar el ascenso.


Puede observarse que la gran mayoría de la población se inscribía en el llamado "Tercer estado": eran los no privilegiados, quienes pagaban impuestos para sostener al Estado y a los privilegiados: el clero (primer estado) y la nobleza (segundo estado), quienes no pagaban impuestos mientras derrochaban ingentes sumas de dinero en lujos y frivolidades.
En el aspecto político, el Antiguo Régimen se caracterizó por el absolutismo monárquico, régimen que identificaba al rey con el Estado mismo.


Durante la época de esplendor económico y cultural, los cuestionamientos al régimen no tuvieron eco. Francia admiraba al mundo con su cultura y poderío, y el Palacio de Versalles, residencia de la corte, era el símbolo y la síntesis del absolutismo, con su extravagancia, sus rituales interminables y su esplendor.




 Pero al sobrevenir la crisis, resultado de las guerras en que Francia se involucró (en particular en apoyo a la revolución de independencia de las Trece Colonias), de las malas cosechas, la hambruna, y la negativa de la Corte a modificar el régimen impositivo, los reclamos se hicieron oír cada vez más alto.


Al mismo tiempo, la crisis sobrevino en tiempos de un monarca que había asumido la corona siendo joven e incapaz, sin el carácter necesario para afrontar los problemas, casado con una muchacha bonita pero sin brillo intelectual, que tampoco supo estar a la altura de las circunstancias: Luis XVI de Borbón y María Antonieta de Austria.


Es entonces, hacia fines del siglo, que los franceses hacen suyas las ideas que sus filósofos venían divulgando. El movimiento de la Ilustración cuestionó los fundamentos mismos en los que se asentaba el Antiguo Régimen, y planteó interrogantes que, al no hallar respuesta satisfactoria, condujeron al estallido de la Revolución.




Muy pronto, los reclamos legítimos acabarían derivando en un odio fanático y en un atroz derramamiento de sangre, en el acontecimiento que hoy consideramos el inicio de la Edad Contemporánea: la Revolución Francesa.