Hiroshima: cuando la Tierra conoció el infierno
"La gente dice que cuando uno se muere se va al cielo o al infierno, pero yo no creo eso. El infierno estaba allí aquel día".
Hiroko Harris, superviviente de Hiroshima
El acontecimiento que marcó el final de la Segunda Guerra Mundial y el inicio de la Guerra Fría
La mañana del 6 de agosto de 1945 era tranquila y cálida. El doctor Michihiko Hachiya había pasado muchas noches sin dormir atendiendo heridos en el hospital y escuchando las alarmas aéreas.
Japón estaba en guerra. Una guerra en la que había empezado arrasando y ahora perdía. A las 8.16 horas el doctor Hachiya miraba por la ventana los reflejos del sol en su jardín, cuando a un fuerte resplandor le siguió otro. Por un instante todo brilló como el magnesio, y a continuación el sol se oscureció.
"Nos salvaremos", le dijo a su esposa. “Solo tenemos que salir de aquí lo antes posible". Buscaron la calle y en la huida él pisó un cadáver al que le pidió disculpas histéricamente. Pero al llegar a lo que había sido la calle descubrieron que había solamente ruinas y polvo. "No permanecía nada en pie, excepto unos pocos edificios", recordaría luego el doctor Hachiya en su “Diario de Hiroshima”.
Lo que el doctor Hachiya y otros supervivientes veían desde tierra era confirmado en ese momento por la tripulación de un bombardero norteamericano B-
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Tripulación del B-29 "Enola Gay" (Foto de Associated Press) |
El 16 de julio de 1945 se había experimentado la primera bomba atómica en Álamo Gordo, Nuevo México. Un grupo de científicos pidió entonces al Gobierno de Estados Unidos que no la utilizase en contra de los japoneses sin hacerles una demostración.
Cuando tuvo en la mira el hospital Shima, y "Deak" Parsons, el físico que armó la bomba en vuelo, le comunicó que todo estaba en orden, Tibbets la dejó caer.
"Vi el resplandor", dijo años después en una entrevista, "y sentí gusto a amalgama en la boca. Fue una sensación extraña y desde entonces quedé convencido de que la bomba atómica tiene gusto a amalgama".
Bomba atómica sobre Hiroshima. Foto del Museo Memorial de la Paz, Hiroshima. |
Tres días más tarde, el infierno azotaría Nagasaki.
En el curso de las semanas siguientes los supervivientes notaron la aparición de pecas en la piel -en realidad, centenares de pequeñas hemorragias-, a las que se sumaron vómitos, fiebre y sed. Los glóbulos blancos se redujeron, mientras comenzaban las hemorragias intestinales, la diarrea y la pérdida del cabello.
Los hombres supervivientes descubrieron que se volvían estériles y a las mujeres se les afectó el ciclo menstrual. El cáncer, la ceguera, la leucemia y las malformaciones en los descendientes fueron moneda común.
En la actualidad, a este tipo de bombas se las considera pequeñas, tácticas, y de menor importancia. El mundo cuenta hoy con 50.000 cabezas nucleares, o sea, 1.600.000 veces la capacidad de la bomba de Hiroshima, o el equivalente de 20.000 millones de toneladas de TNT. El discurso de la guerra nuclear ha llegado, sin embargo, a especular con guerras nucleares limitadas y con armas como los misiles Cruise y Pershing II, de primer golpe, y a afirmar que sería posible lanzar una guerra nuclear y ganar y sobrevivir, de todas formas. "Hiroshima no debe ocurrir nunca, jamás, en ninguna parte", dice uno de los supervivientes.
En 1971, el premio Nobel de la Paz, Philip Noel-Baker, anunció que las superpotencias tenían ya una capacidad como para eliminar más de cuatro veces a toda la humanidad. Pero hay quienes no temen a la bomba; Eugene Rostow, ex director de la Agencia para el Desarme y Control de Armamentos de Estados Unidos, declaró: "Después de todo, Japón no solo sobrevivió al ataque nuclear, sino que floreció".
El físico P. M. S. Blackett, analizando las secuencias históricas,- que van desde la reunión de Truman, Churchill y Stalin en Postdam (julio de 1945) a la promesa de la URSS de declarar la guerra a Hirohito (el 8 de agosto), la explosión de Álamo Gordo (el 16 de julio) y la preocupación que sentía Washington por la fuerte presencia del Ejército Rojo en Europa-, llegó a la conclusión de que la bomba de Hiroshima no fue "ni de lejos, el último suceso de la Segunda Guerra Mundial, sino la primera gran operación de la Guerra Fría diplomática con Rusia".
El delegado del Plan Marshall en el Reino Unido, Thomas Finletter, explicó en 1946 que podría haberse hecho una demostración a los japoneses de los efectos de la bomba, pero que había una gran urgencia por obtener la rendición de Japón a Washington antes de que Stalin declarase la guerra. Una demostración, dijo, "hubiese consumido mucho tiempo en preparativos".
Por su parte, Vannebar Bush, director del Comité para la Investigación de la Defensa Nacional de Estados Unidos, afirmó que la prisa por arrojar la bomba se debió a que "así no fue necesario hacer ninguna concesión a Rusia al final de la guerra".
FUENTE:
AGUIRRE, MARIANO: "El resplandor de Hiroshima" en diario “El País”, España, 7 de agosto de 1983.
Fotografías e ilustraciones agregadas para el post.
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