miércoles, 6 de abril de 2016

Hiroshima: cuando la Tierra conoció el infierno

"La gente dice que cuando uno se muere se va al cielo o al infierno, pero yo no creo eso. El infierno estaba allí aquel día". 
Hiroko Harris, superviviente de Hiroshima
 

El acontecimiento que marcó el final de la Segunda Guerra Mundial y el inicio de la Guerra Fría


La mañana del 6 de agosto de 1945 era tranquila y cálida. El doctor Michihiko Hachiya había pasado muchas noches sin dormir atendiendo heridos en el hospital y escuchando las alarmas aéreas.
Japón estaba en guerra. Una guerra en la que había empezado arrasando y ahora perdía. A las 8.16 horas el doctor Hachiya miraba por la ventana los reflejos del sol en su jardín, cuando a un fuerte resplandor le siguió otro. Por un instante todo brilló como el magnesio, y a continuación el sol se oscureció.
Cuando tuvo conciencia de lo que empezaba a pasar esa mañana de agosto, el doctor Hachiya inició la huida de su casa derrumbada mientras descubría que su labio inferior estaba casi totalmente desprendido y que tenía un cristal clavado en el cuello. La ropa que llevaba puesta se había evaporado y el cuerpo estaba cubierto de heridas.
"Nos salvaremos", le dijo a su esposa. “Solo tenemos que salir de aquí lo antes posible". Buscaron la calle y en la huida él pisó un cadáver al que le pidió disculpas histéricamente. Pero al llegar a lo que había sido la calle descubrieron que había solamente ruinas y polvo. "No permanecía nada en pie, excepto unos pocos edificios", recordaría luego el doctor Hachiya en su “Diario de Hiroshima”.

Lo que el doctor Hachiya y otros supervivientes veían desde tierra era confirmado en ese momento por la tripulación de un bombardero norteamericano B-29. A las 8.12 horas, el artillero Thomas Ferebee le comunicó al piloto Paul Tibbets que la ciudad estaba en su objetivo.

Tripulación del B-29 "Enola Gay" (Foto de Associated Press)
Llegaba a su fin el Proyecto Manhattan, con un costo de 2.000 millones de dólares.
El 16 de julio de 1945 se había experimentado la primera bomba atómica en Álamo Gordo, Nuevo México. Un grupo de científicos pidió entonces al Gobierno de Estados Unidos que no la utilizase en contra de los japoneses sin hacerles una demostración.
Durante dos meses Tibbets se preparó para la misión. Bautizó "Enola Gay" al avión, dado que era el nombre de su madre, y seleccionó a la tripulación.



Cuando tuvo en la mira el hospital Shima, y "Deak" Parsons, el físico que armó la bomba en vuelo, le comunicó que todo estaba en orden, Tibbets la dejó caer.
"Vi el resplandor", dijo años después en una entrevista, "y sentí gusto a amalgama en la boca. Fue una sensación extraña y desde entonces quedé convencido de que la bomba atómica tiene gusto a amalgama".
Bomba atómica sobre Hiroshima. Foto del Museo Memorial de la Paz, Hiroshima.
Dos minutos después de la explosión, mientras el hongo crecía, Paul Tibbets sobrevoló Hiroshima y descubrió que había desaparecido.

Tres días más tarde, el infierno azotaría Nagasaki.

Las víctimas

Hiroshima tenía 250.000 habitantes. En los primeros dos minutos murieron alrededor de 60.000 hombres, mujeres y niños; otros 100.000 resultaron heridos. La mayor parte se desintegraron por la bola de fuego y el resto murió debido a la presión y a los vientos de fuego, además de los derrumbes. En un segundo la temperatura subió a 3.000 grados centígrados. Se calcula que el total de víctimas fue de 200.000 personas.

En el curso de las semanas siguientes los supervivientes notaron la aparición de pecas en la piel -en realidad, centenares de pequeñas hemorragias-, a las que se sumaron vómitos, fiebre y sed. Los glóbulos blancos se redujeron, mientras comenzaban las hemorragias intestinales, la diarrea y la pérdida del cabello.



Los hombres supervivientes descubrieron que se volvían estériles y a las mujeres se les afectó el ciclo menstrual. El cáncer, la ceguera, la leucemia y las malformaciones en los descendientes fueron moneda común.
Hiroshima tenía 298 doctores, pero 270 murieron en la explosión. De las 1.780 enfermeras solo quedaron vivas 135. Y de los 45 hospitales permanecieron en pie tres. La señora Harris se ha sometido desde 1945 a 36 operaciones para reconstruir su rostro. Otra mujer recuerda que "tenía la cara tan deformada y cambiada que la gente no sabía quién era".

50.000 cabezas nucleares

La bomba de fisión arrojada sobre Hiroshima, y la que se lanzó sobre Nagasaki el 9 de agosto, causando cerca de 40.000 muertos, tenían una potencia de 12 kilotones y medio -un kilotón es igual a 1.000 toneladas de TNT-.

En la actualidad, a este tipo de bombas se las considera pequeñas, tácticas, y de menor importancia. El mundo cuenta hoy con 50.000 cabezas nucleares, o sea, 1.600.000 veces la capacidad de la bomba de Hiroshima, o el equivalente de 20.000 millones de toneladas de TNT. El discurso de la guerra nuclear ha llegado, sin embargo, a especular con guerras nucleares limitadas y con armas como los misiles Cruise y Pershing II, de primer golpe, y a afirmar que sería posible lanzar una guerra nuclear y ganar y sobrevivir, de todas formas. "Hiroshima no debe ocurrir nunca, jamás, en ninguna parte", dice uno de los supervivientes.

En 1971, el premio Nobel de la Paz, Philip Noel-Baker, anunció que las superpotencias tenían ya una capacidad como para eliminar más de cuatro veces a toda la humanidad. Pero hay quienes no temen a la bomba; Eugene Rostow, ex director de la Agencia para el Desarme y Control de Armamentos de Estados Unidos, declaró: "Después de todo, Japón no solo sobrevivió al ataque nuclear, sino que floreció".

La explicación oficial

La explicación oficial que dio el Gobierno de Estados Unidos fue que se arrojó la bomba para salvar las muchas más vidas que costaría vencer a Japón mediante una invasión.
El físico P. M. S. Blackett, analizando las secuencias históricas,- que van desde la reunión de Truman, Churchill y Stalin en Postdam (julio de 1945) a la promesa de la URSS de declarar la guerra a Hirohito (el 8 de agosto), la explosión de Álamo Gordo (el 16 de julio) y la preocupación que sentía Washington por la fuerte presencia del Ejército Rojo en Europa-, llegó a la conclusión de que la bomba de Hiroshima no fue "ni de lejos, el último suceso de la Segunda Guerra Mundial, sino la primera gran operación de la Guerra Fría diplomática con Rusia".
El delegado del Plan Marshall en el Reino Unido, Thomas Finletter, explicó en 1946 que podría haberse hecho una demostración a los japoneses de los efectos de la bomba, pero que había una gran urgencia por obtener la rendición de Japón a Washington antes de que Stalin declarase la guerra. Una demostración, dijo, "hubiese consumido mucho tiempo en preparativos".
Por su parte, Vannebar Bush, director del Comité para la Investigación de la Defensa Nacional de Estados Unidos, afirmó que la prisa por arrojar la bomba se debió a que "así no fue necesario hacer ninguna concesión a Rusia al final de la guerra".
"Algunos estaban preocupados por los kamikazes", escribió el historiador Stephen E. Ambrose, "otros querían castigar a los japoneses por Pearl Harbour, y estaban aquellos que pensaron que la única forma de justificar ante el Congreso y los ciudadanos norteamericanos el gasto de 2.000 millones de dólares en un proyecto secreto era arrojando la bomba". Y añade: "La vida era algo sin valor en el mundo de 1945. Las fuerzas angloamericanas habían matado centenares y centenares de mujeres y niños en incursiones aéreas europeas que no tenían un objetivo militar preciso. Matar unos pocos japs más parecía natural; y no se debe olvidar el factor racial".


FUENTE:
AGUIRRE, MARIANO: "El resplandor de Hiroshima" en diario “El País”, España, 7 de agosto de 1983.
Fotografías e ilustraciones agregadas para el post.

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